OLOR A CAMPEÓN ( cuento publicitario )


Esto lo escribí hace rato y quería compartirlo... empezó como una idea para un comercial, pero resultaba imposible de producir, así que modifiqué y amplié la redacción para dejarlo simplemente como un cuento publicitario, ojalá les guste:





Y dice así...

Era temprano, me encontraba en la sala cuando llegaron. No me sorprendió la visita de la prensa pues estoy acostumbrado a este tipo de exposición. Muchas cámaras han capturado ya la sencillez de mi casa, en cuya decoración se destaca solamente el papel que recubre las paredes con un motivo anticuado y descolorido. Tras unos minutos de saludos, comentarios cordiales y demás muestras de protocolo, procedimos a comenzar la entrevista.

Nuevamente elegí sentarme frente la repisa que desde hace años, es el altar de mis múltiples logros deportivos. Yo sé que al comparar mi físico escueto con mi hogar inundado de trofeos, la gente se cuestiona si son míos o no; pero no me importa, yo sé que los gané y eso es suficiente. Lo único que me mortifica es que la mayoría de esas victorias trajeron consigo un enorme sin sabor acompañado de un vacío que poco a poco me ha ido robando la paz.

Justo en medio de este cuestionamiento, mi entrevistador interrumpió mi viaje mental con su primer comentario. Al cual respondí:

“Toda la vida he escuchado que lo importante no es ganar. Por eso yo quiero saber lo que es eso, competir.”

Al decir estas palabras vinieron a mi mente imágenes de mis primeras competencias. Como el día que gané el Campeonato Mundial de Pulsos contra Vladimir Starinov, el ruso. Recuerdo claramente lo lleno del anfiteatro; atestado de fanáticos que siguieron mi racha de victorias a través de las rondas eliminatorias.

Todos mis contrincantes fueron más grandes y corpulentos que yo; sin embargo, ninguno de ellos me amedrentó, ni si quiera Vladimir, cuya apariencia y complexión remitían a ser un hijo ilegítimo de la familia Schwarzenegger.

Le gané igual que los anteriores, fácil y rápido. Fue como si todas y cada una de estas moles musculosas se hubiera dejado ganar a propósito. Hasta el día de hoy no entiendo muy bien lo sucedido, solo noté una cosa extraña antes de comenzar; que cada uno de ellos olfateó algo que les generó una especie de reacción inmediata. Sus pupilas se dilataron, empezaron a sudar y su pulso les temblaba, como petrificados ante mi mera presencia.

El resonante chasquido de unos dedos me sacó de mi recuerdo. De nuevo mi entrevistador me notó distraído, por eso me preguntó si prefería continuar afuera en el jardín. La propuesta me pareció buena, pues así aprovecharía para regar las plantas y mostrarme ante la gente no como un dios del deporte, sino como lo que soy, una persona común y corriente.

No fue sino hasta ese día que me percaté de lo descuidado de mi jardín; algunas plantas empezaban a ponerse amarillas por falta de oxigenación en sus raíces. Esto porque no pude agujerar los trofeos en forma de copa donde las sembré (el oro es un material difícil de perforar).

Mis helechos están hermosos porque recién los compré; para colgarlos los até y clavé al techo con algunas de mis medallas olímpicas repetidas. A medio regar y con cámara en frente quise ampliar mi última respuesta, a la cual agregué:

“Al principio era divertido ganar en todo, pero con el tiempo se vuelve aburrido y te dan ganas de hacer otras cosas.”

A mi memoria vinieron flashbacks de victorias pasadas; como cuando atravesé de primero la meta en la Maratón de Rótterdam, al final caminaba solo por falta de corredores. Recuerdo que la cinta se estiró lentamente sin romperse, tuve que quitármela de encima. También mi pelea en Las Vegas por el título de peso pesado.

Otra vez noté el olfateo extraño en el otro pugilista, quien al sonar la campana se dedicó a corretear el ring en círculos tratando de evitarme. Para alguien del doble de mi tamaño, me pareció una actitud bastante cobarde. La siguiente pregunta de mi entrevista me obligó a contestar de inmediato.

¿Perder? No, a nadie le gusta perder. Incluso si me pusieran a elegir entre perder o competir, pues yo prefiero competir.”

Solo una vez recuerdo haber enfrentado el miedo de perder; en los Juegos Olímpicos de Verano hace 3 años. Los trajes de esgrima son incómodos y te provocan picazón, nunca había usado uno hasta esa fecha. La espada de mi adversario temblaba y se movía como la cola de un perro felíz de ver a su amo. Es probable que mi reputación tuviera algo que ver con eso.

Al enfrentarnos, solo tuve que estirar mi brazo para que mi espada alcanzara su pecho. Justo después de este primer y último punto, un líquido amarillento brotó por la pierna del traje de mi contrincante. Se retiró de inmediato. No entiendo cómo tanta gente se prepara durante meses para este tipo de contiendas y terminan haciendo el ridículo. A mi personalmente me empieza a hartar el hecho de inscribirme con la certeza de saber el resultado.

A petición de mi entrevistador, volvimos a la sala. Le pidió al camarógrafo algunas tomas de mis trofeos. Yo los acompaño para mostrarles el camino y colaborar en el proceso. Comenzamos por mi trofeo de Golf; no tengo fotos de mi victoria porque Tiger Woods se negó a salir conmigo después de perder por primera vez en su carrera profesional. Les mostré también mi foto en el podio de ganadores del Tour de Francia. Me hubiera gustado que Lans y su compañero de equipo hubieran subido a recoger el segundo y tercer premio, pero por alguna razón, no lo hicieron.

Mi entrevistador se mostró contento con el material recopilado, al final decidí agregar unas últimas palabras:

“No sé, yo no lo entiendo, porque yo nunca entreno ni nada. A lo mejor tengo que hacer algo diferente a lo que siempre hago para ver si acaso algún día, descubro lo que es competir.”

Con esas palabras concluí mi entrevista. Hace ya tres semanas de eso. Ahorita estoy en Wimbledon, otra vez. No me gusta el poco contraste entre mi piel pálida y el blanco de mi uniforme, pero me obligan a usarlo. Junto a mi casillero me dispongo a agarrar la raqueta y salir, solo me falta aplicarme mi crema para calentar y estaré listo.

Ojalá hoy logre competir; evadir la victoria o por lo menos demorarla. Solo quiero saber lo que se siente, aunque sea por un momento.